sábado, 7 de noviembre de 2015

CUALQUIER PEQUEÑO ACTO SUPONE UNA DIFERENCIA EN SI MISMO.

Posiblemente, todos los que nos dedicamos a la educación y la formación de jóvenes, sentimos a veces que nuestros mensajes, nuestros esfuerzos no llegan a nuestros destinatarios. Lógicamente esto posiblemente nos produce momentos de bajada emocional.

A veces incluso tenemos la sensación de remar contra el viento, de retroceder, de estar solos en una batalla contra el mundo. ¿Lo estaré haciendo bien? ¿Es esto lo que debo hacer? ¿Vale la pena tanto esfuerzo?

Pues bien, yo cada vez que me encuentro en esta situación leo el cuento anónimo de Las Estrellas de Mar y me recuerdo que:

-       - Debo continuar haciendo aquello en lo que creo, independientemente de la opinión de los demás.


-       - Cualquier pequeño acto supone una diferencia en sí mismo.



-      -  Y que debo dividir mis grandes proyectos en pequeños objetivos para ir cumpliendo poco a poco. Y no dejarme que la magnitud de mi proyecto, de mis inquietudes, me quiten la motivación para ir dando esos pequeños pasos.


LAS ESTRELLAS DE MAR

Como cada mañana, el hombre se despertó y bajó a pasear por la playa. A diferencia de otros días la orilla estaba repleta de miles de estrellas de mar que se extendían a lo largo de toda la costa. Pensó que ese curioso fenómeno sería consecuencia del mal tiempo y el viento de los últimos días. Se sintió triste por todas aquellas pequeñas criaturas. Sabía que las estrellas de mar tan sólo viven 5 minutos fuera del agua.

El hombre continuó caminando absorto en sus pensamientos. De repente se encontró con un niño pequeño que corría de un lado a otro de la arena. Tenía la cara sudorosa y los pantalones remangados. ¿Qué estás haciendo? – Le preguntó el hombre

Estoy devolviendo las estrellas al mar, – contestó el niño – Junto todas las que puedo y las lanzo más allá del rompiente para que no vuelvan de nuevo a la arena.

Ya veo  – contestó el hombre – pero tu esfuerzo no tiene sentido. Vengo caminando desde muy lejos y hay miles de estrellas ancladas en la arena. Quizá millones. Podrás salvar a unas pocas pero la inmensa mayoría morirá y todo tu esfuerzo no habrá servido para nada. No tiene sentido lo que haces.

El niño sorprendido le mostró una pequeña estrella que escondía en la palma de su mano y antes de lanzarla al océano le dijo al hombre: “Para ésta sí que tiene sentido”